jueves, 11 de junio de 2009

Hijo único




-Pá, conseguí departamento, ya lo señé. ¡Me voy de casa!
-¡Qué bueno!, ¿en dónde?
-En Capital, Villa Crespo. Tres estaciones de subte y estoy en el trabajo. ¡No viajo más!
-Te felicito, tu mamá y tu hermano, cuando se enteren, se van a poner muy contentos…

Palabras más, palabras menos, así fue la charla que mi hermana mayor mantuvo con mi papá el día que le contó que por fin, y después de tanto andar, había conseguido departamento para alquilar. Días después, yo, hermano menor, comenzaba a darme cuenta, después de 22 años de vida, cómo es eso de ser hijo único.
Ya pasaron dos años de hijo único y el balance es variado. Hay cosas muy muy buenas, y algunas otras malas. Antes, cuando mi hermana vivía en casa de papás nos turnábamos en, por ejemplo, pagar las cuentas, hacer trámites o comprar.

Mamá docente se iba a la mañana al trabajo y nos dejaba la clásica notita con letra bien docente que decía: “Andrés: comprá pan, leche, tomate y lechuga, hace la tarea y tratá de portarte bien en la escuela. Ayelén: pagá la cuenta de luz, gas y teléfono. Llamá al gastroenterólogo y sacame un turno, andá a IOMA y comprame un bono de $2.50. Un beso, mami”.

Mamá Marta, que es de un buen comer, siempre tuvo problemas digestivos.

Papá, siempre trabajando en su puesto de diarios, nos llamaba a la mañana para contarnos que pasó tal a saludar, o que el viernes se juntaba a cenar con algún amigo de la infancia que hacía mil que no veía, que era re buen tipo, que ahora es gerente de un banco y que andaba mal porque se estaba separando de su mujer. Además, nos preguntaba si habíamos comido y si pese a la lluvia íbamos a ir al colegio (a mi hermana le encantaba ir y, proporcionalmente a los sentimientos de mi hermana, a mi me encantaba faltar). Y nos avisaba que para la noche tenía pensado hacer un guisito, y nosotros lo parábamos y le avisábamos del estado de mamá, por si las dudas.

Ahora que soy único, mi hermana viene algún que otro finde, disfruto mucho más las cosas que antes tenía que compartir y sufro por las que antes se dividían. Antes tenía que clavarme sin ganas novelas tipo Chiquititas (de alguna, igual, me hice fan), y ahora soy el que hace las compras en el súper, pago las cuentas, llamo al médico y compro los bonos para que mamá vaya al médico.

1 comentario:

  1. Acabo de descubrir tu blog! Y sólo puedo pensar en el guiso de tu padre...(si el de tu hna es excelente, el del autor debe ser un lujo).
    Si la recompensa a convertirte súbitamente en hijo único es ese guisazo...metele nomás!
    Besos...

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