martes, 10 de noviembre de 2009

El flaco que tocaba la guitarra (invisible)



Viajaba desde el conurbano para Capital, como de costumbre. Iba parado, como siempre. Y para colmo me había olvidado el libro que estoy leyendo y los auriculares para escuchar la radio. El viaje en tren, no menos de 40 minutos, es tiempo perdido, que sirve para leer, estudiar: hay que tratar de aprovecharlo. Entonces esperé, para ver si conseguía algún asiento. Iba mirando por la ventanilla, mientras los vendedores ofrecían sus productos y más vendedores los suyos, y otros más aparecían con más productos.
Pasaron un par de estaciones hasta que subió ese loco, con campera de jeans, pelo engelado, anteojos negros, pantalón de vestir y zapatos. Lo miré porque se paró al lado mío, a la derecha, iba escuchando música... y empezó a tocar. La yema de los dedos índice y pulgar de la mano derecha se unían imitando tener una púa que roza las cuerdas en el rasgueo de una guitarra por de más violenta, tocando solos increíbles, mientras la zurda recorría todo el mastil de la viola, que seguramente era eléctrica. Su cara cambiaba constantemente, fruncia el seño, se mordía los labios. Nada le importaba a ese flaco, el estaba en su mundo, disfrutaba de su música, le chupaba todo un huevo.

Un par de estaciones más adelante logré sentarme, descansar un poco las piernas siempre es bueno, sabiendo que después viene el subte y algunas cuadras por caminar. El flaco seguía enroscadísimo. Seguro que tiene mucho por mostrar, pensé, tal vez le haría bien estudiar teatro o hacer terapia, ya a esa altura me parecía un boludo. Así estuvo hasta llegar a Constitución, final del recorrido. Por suerte en el subte no me lo crucé, había logrado que su explosión emocional, producto de esa música, me provocara lo que se llama verguenza ajena.

Después pensé en que menos mal que lo exitaba la guitarra y no otro instrumento: si hubiese sido un saxo, una trompeta, o una batería, sus gesticulaciones hubiesen sido un problema, por espacio.

De estos personajes, en el conurbano, hay para tirar por el techo. Sin dudas.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Cumple de Jorge


Es increíble lo difícil que se me hace sentarme a escribir para mantener este blog. Creo que el blog y yo nos llevamos mal. Algunos (no muchos) me piden que escriba, que le preste más atención. Pero no sé, me cuesta, no se me ocurren temas, ideas, ni nada. Ayer me junté a comer con seis amigos de Capital, periodistas ellos, y me dijeron que yo como habitante del conurbano seguro que tenía muchas cosas para contar y que lo aprovechara, entonces me sentí obligado -y me senté.
En la cena de ayer festejamos los 25 noviembres de Jorge González, un pibe de barrio, es de Villa Urquiza. Jorge es normal, hasta su nombre lo es, pero tiene la particularidad (el talento) de ser un gran músico, fino cantor y enamorado poeta, gracias a esas tres cualidades hace la diferencia, en cualquier parte: en el tren, en un bondi, en la calle, y ni que hablar en un cumpleaños o en cualquier lugar donde se junte un importante número de mujeres.
Hace poco, en un taller de escritura creativa que hice en el Rojas, nos dieron un ejercicio, consistía en escribir tres minutos sin soltar la lapicera: había que escribir sobre un cumpleaños. Y yo escribí sobre mi último cumple, en el que Jorge cantó... Acá va el texto, que es el único regalo que puede recibir de mi parte en estos tiempos, donde el trabajo escasea...

Cantó Jorge, como siempre, y como lo hace bien se convirtió en la estrella de la noche. Las mujeres presentes les piden lentos, cumbias y temas de Sandro: él responde. Los hombres escabian y aprovechan para comer. Hay gente de diversos grupos y siempre, y por suerte, salen buenos cumpleaños. La torta en el último no se cortó y safé el desayuno por varios días, a esa hora, plena madrugada, todos estaban borrachos y Jorge cantaba. Regalos recibí pocos, como suele pasar, pero ese día, que no es más que otro, logré reunir a todas las personas con las que en algún momento compartí algo relevante; creo que para eso sirven los cumpleaños.

Pd: En la foto, Jorge es el de abajo a la derecha, de camisa, barba, y cara de garca. Los otros de abajo: Pablo Medina y Gastón Urbano. Arriba, para salir a matar: a la izquierda yo, Alexis Cuello, Damián Gómez y Pablo Giovanelli.

jueves, 10 de septiembre de 2009

viernes, 21 de agosto de 2009

La remera de Suárez

Y al final dejó el fútbol, viste. Se dio cuenta tarde, una pena, pero lo bueno de todo esto es que aprendió y ahora que está encerrado y con tratamiento se lo ve mucho mejor, se le nota a simple vista. En el club, no te voy a mentir, ninguno sabía lo de Suárez, porque después los de la prensa salieron a decir que nosotros nos callábamos, que no decíamos nada para no salir perjudicados y no sé cuantas boludeces más, todas mentiras.

Pero evidentemente Suárez necesitaba mostrarle al mundo que tenía un problema, seguro que por eso hizo lo que hizo. En ese momento varios se cagaron de risa, pero yo, como presidente del club, te digo que intuí que algo de fondo había, pero como éramos campeones pensé que en tal vez era una joda, o yo que sé.

Al campeonato el pobre no lo pudo disfrutar y por ese hecho desgraciado no le otorgaron el premio al mejor jugador y ni siquiera le entregaron el botín de bronce por ser el goleador. Según dijeron fue porque su persona ensuciaba el nombre de la empresa promotora y no sé cuantas pavadas más. Yo hablé con la mujer pero ya era tarde, viste, todo tiene un límite y ella, hay que reconocerlo, es de fierro- hermano. Aguantó demasiado.

Yo, no sé como explicarte, lo quiero tanto a Suárez, lo vi hacer tantas cosas para ganarse un perdón, que lo voy a visitar a la cárcel dos veces por semana y le digo que no se preocupe, que la vida le va a dar revancha. Y yo por eso lo felicité, te digo, por demostrarle al mundo que un problema que no se enfrenta no tiene solución.

“Gladys, volvé, te juro que no te fajo más”, decía la remera blanca escrita a mano con fibrón negro, que en la final Suárez mostró después de clavar el tercero.

lunes, 17 de agosto de 2009

Vivir en el conurbano

A veces pasa, y es un bajón. Martes 18.30 hs, estación Luis Guillón, altos parlantes: “Se comunica a los señores usuarios que el tren con destino a Plaza Constitución presenta demoras por accidente fatal en estación Lanús”.

-La puta madre, por qué no se ahorcó, tiró al aire un usuario.

Tenía que estar a las 20 en la escuela de periodismo Eter, llegué media hora tarde. Siempre que hay demoras la gente explota, algunas son por negligencia de la empresa y otras por problemas ajenos: suicidas.

Vivir en el conurbano, algunas veces, es una complicación.

viernes, 7 de agosto de 2009

Admiración



Soy de admirar a la gente que tiene talento. Admiro mucho a Martín Caparrós, por ejemplo, periodista que leo los viernes en la contratapa del diario Crítica, también leí alguno de sus libros y muchas veces, en la mayoría, coincido con sus análisis políticos, muy diferentes a los que salen en los grandes medios: creo que me gusta tanto por su capacidad de ver cosas que otros no ven, por su nivel periodístico y su pulcra redacción. Admiro también a Ricardo Darín, me gusta como actor y me da la impresión de ser un tipo piola. Además, las películas en las que trabajó son de las mejores del cine nacional. Admiro a Osvaldo Webe y es, para mi, el mejor periodista radial, sus crónicas leídas con su inconfundible voz de cordobés llegaron a emocionarme. Admiro a Roberto Fontanarrosa y a Osvaldo Soriano, porque reflejan como pocos a los argentinos, con ironía y humor. También admiro a Les Luthier, el grupo cómico, y le agradezco a mi mamá que fue la que me llevo de chico a verlos, aún cuando no entendía bien de qué se trataba.
Uno, me parece, admira de otros cosas que no puede hacer, por eso es que también admiro a ese flaco, que con el tren lleno de gente a las cinco de la tarde se acerco a esa chica que leía el diario, linda, veintipico, y le habló, le preguntó, le contó y la hizo reír. Y, por qué no, tal vez hasta la conquistó.

viernes, 31 de julio de 2009

Reflexiones


Ayer hablé por el chat con un amigo que es de Capital, hincha de San Lorenzo y periodista deportivo. Hacía mucho que no nos cruzábamos y abarcamos varios temas en el largo diálogo, aunque surgió uno que me convenció, mientras lo discutíamos, de que esas líneas debían ocupar un lugarcito en mi blog: tiene relación con los clásicos argentinos y la política. Primero arranque diciendo que el Falcon, el auto, es un clásico bien argento. Se fabricó por varias décadas y aún hoy es común verlos por la calle. Ese auto, además, está emparentado con los militares y su gobierno.
El Fiat Duna, agregué, es un auto peronista: el de más fácil acceso, el más vendido, el más popular. También es común verlo por las calles, muy utilizado por los remiseros y taxistas que le agregaron gas para convertirlo en más económico. El radicalismo, expuse, estaría representado por el auto de Carlos “Lole” Reutemann en la F1, el que se quedó sin nafta a metros del final en Argentina, en el año `74.

-¿Y cuál representaría a la izquierda?, preguntó mi amigo.
-Uh, no sé, es un problema, le dije.
-Yo me imagino un Gordini o un Citroen, agregó él.
-Podría ser tranquilamente. Con problemas de papeles y sucesiones. Varios compitiendo por quién es verdaderamente el dueño.
-¿Y el progresismo, que no necesita de bandera política?, lanzó Pablo.
-Paf, ni idea… ¿Un Fiat 500?, ¿un Ford Ka?, tal vez
-No, ese no sé. Es como la realidad misma, todos dicen ser progresistas tanto los de derecha como los de izquierda. Imposible conseguir un auto que metafóricamente los represente.

El golpista (hijo) de grandes porciones de tierra, coincidimos, lo representaría una 4 x 4 importada con un trailer atrás llevando un cuatriciclo y una moto de agua, camino a Pinamar.